Ghost Story de Stephen Weeks

 



Ghost Story es una película inglesa rodada presumiblemente en 1973 y estrenada en 1974, dirigida por uno de los directores más jóvenes que trabajaban entonces en el Reino Unido, Stephen Weeks.

Weeks, nacido en 1948, había dirigido tan sólo un largometraje (Yo, monstruo, 1971) y varios cortos antes de enfrentarse a la tarea de dirigir a un peculiar reparto en la India para esta peculiar historia de terror y misterio titulada Ghost Story (nunca estrenada en España, por cierto). Pasadas las décadas, hoy Weeks es más recordado por sus dos aventuras artúricas que por esta pequeña rareza fantástica (en ambos sentidos) de los años setenta.


La verdad es que hacía muchísimos años que había visto Ghost Story y no me acordaba de nada. Y en este segundo visionado, las impresiones que tuve en los primeros minutos no fueron buenas.

¿Por qué? Quizás porque, hasta el minuto 17 de proyección, lo único que podía decir de su argumento es que dos hombres jóvenes (uno, el de gafas [Talbot: Larry Dann], pesado y torpe; el otro [Duller: Vivian MacKerrell], elegante y enigmático) viajan en tren desde Londres hasta no se sabe qué pueblo de la Inglaterra profunda. El pueblo debe de llamarse Lovedale, pues ese es el nombre que vemos en la estación de tren a la que llegan los muchachos. Allí, en Lovedale, les está esperando un chófer gaunt, atildado y mariquita, inglesito a más no poder, interpretado por Murray Melvin (pedazo de actor). Ese chófer, o lo que sea, les conduce a un casa de estilo colonial, y allí se instalan estos tres personajes. Después, descubro que el chófer no es ni un chófer ni ningún sirviente, sino McFayden, el dueño de esa casa, una casa en la que no ha vivido nadie desde hace muchísimo tiempo…

https://en.wikipedia.org/wiki/Lovedale,_Nilgiris


Luego, ya fui viendo las cosas más claras. Parece que Talbot es objeto de un juego macabro al estilo de El malvado Zaroff, por parte de dos pijitos depravados ingleses. Y es que Talbot, el más «normalito» de los tres, no para de ver cosas raras por todos los rincones de la mansión, pero los otros dos parecen no enterarse de nada o, lo que sería peor, podrían estar escondiéndole algo.

Pero cuando parece que ya estamos entendiendo algo de lo que pasa en esa maldita casa, Talbot de repente tiene una visión y cambiamos bruscamente de escena, de ambientación, mas no de decorado. Se sobreentiende que estamos en la misma casa (una casa que, según uno de los personajes del flashback, Robert, «it’s unhealthy»), pero unos setenta años atrás, hacia 1850. O quizás antes. Pero no importa ese desconcierto inicial, porque es entonces, en el minuto 25 de proyección, cuando vemos por fin a la divina Marianne Faithfull; no sólo la vemos, sino que también escuchamos su voz, que e scomo una caricia de terciopelo, con esa entonación tan british y tan upper class.

Ver a Marianne es lo que nos atrajo hacia Ghost Story en primer lugar, ¿no es cierto?Bien, pues Marianne es la protagonista de una trama paralela narrada en flashbacks (mezclados con el presente a través de una muñeca pepona, por raro que suene). La trama paralela habla de una especie de pasión incestuosa entre hermanos (Sophy, el personaje al que interpreta Marianne Faithfull, y Robert, interpretado por Leigh Lawson).


Al cabo de una hora de metraje, se nos revela el motivo de que tres personas inconexas hayan acabado en una mansión victoriana en medio de la nada. McFayden, el heredero de la casa, ha reunido a dos aficionados al esoterismo para invocar a los fantasmas que, supuestamente, viven allí. Pero resulta y acontece que el único de los dos con una sensibilidad extrasensorial verdadera es el gafotas, el nerd, el pringao

Sí, al final Talbot acaba siendo prisionero, pero no de sus dos ineptos compañeros, sino de la propia casa. De la casa y de una muñeca de porcelana que acaba convirtiéndose en la verdadera protagonista de la película. Tanto es así que, en vez de Ghost Story, podría haberse titulado La muñeca diabólica. Esa muñeca podría o no podría, además, ser una especie de reencarnación de Sophy. (La dichosa muñequita, por cierto, se parece mucho a la que vi en el Museo Marés y también a la que adorna el cartel de la película española Vestida de azul, de 1983).

En Ghost Story los objetos decorativos (y la casa, por supuesto) parecen tener alma. Y es que este filme de Stephen Weeks tiene su fuerte en su poderosa atmósfera, inquietante, onírica, enigmática, una atmósfera que es pariente lejana de la de Picnic en Hanging Rock o Un pasaje a la India. La ambientación en los años treinta parece un poco gratuita, pero eso aporta valor estético a la película.

Ghost Story hace bueno el dicho de «No es lo que se dice, sino cómo se dice», porque su argumento no es que sea muy original, al menos, no para un espectador de los años veinte del siglo XXI; más bien nos encontramos ante un triunfo del estilo sobre la narración: destacan elementos «accesorios» como los decorados, el vestuario, la fotografía (en Fujicolor y uncredited), la música, etc.

Por tanto, gran parte del mérito de esta película recae en Peter Young, su diseñador de producción / director artístico. Eso lo reconoció el propio Weeks en una entrevista en 2014. En esa ocasión, los autores del blog Peter Cushing Appreciation Society le preguntaron por el «énfasis on the bric-a-brac and minutiæ of the décor»; él respondió:

«En parte, tengo que agradecerle a Peter Young, a quien encargué la dirección artística de Ghost Story. Él había sido el diseñador de decorados de Yo, monstruo y a ninguno de nosotros nos gustaban especialmente los decorados de [Tony] Curtis [el otro, no el actor], así que le di instrucciones a Peter de que los cubriera con cuadros, muebles y cachivaches para que así no se vieran».

No es de extrañar que Young haya tenido una larga y fructífera carrera y que haya ganado dos Óscars.

Peter Young fue también el responsable de que Stephen Weeks le confiara a Vivian MacKerrell el personaje de Duller en esta historia de fantasmas. Vivian ha pasado a ser un mini-mito para los cinéfilos ingleses por haber inspirado el personaje principal de Withnail & I, película de los años ochenta.


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Referencias:


«Films sortis à Paris du 15 septembre au 15 décembre», L’Écran Fantastique, nº 12, París, 1979, p. 110.

Psychotronic Video, nº 12, Nueva York, primavera de 1992, p. 46.

Steve Puchalski: «Film Flotsam», Shock Cinema, nº 6, Nueva York, 1994, p. 4.

Denis Tréhin: «Les demeures fantastiques», Mad Movies, nº 28, París, octubre de 1983, p. 59.

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